Y ahora Cuenta la Leyenda… que como todo pueblo religioso los domingos en Pinchote desde muy temprano y desde lo alto del campanario el tañer de dos grandes campanas retumbaban en todo el vecindario llamando a los fieles a la misa, pero este sonar no era como cualquiera, era sonoro y acompasado, como una melodía que alegraba el día a quien lo podía escuchar, se identificaba que llamado era ya que al final de cada sinfonía; uno, dos o un largo retoque lo informaba y así las señoras sus rebosos alistaban y prestas al templo acudían. Cuando un vecino fallecía, las mismas campanas su alegre tintinear transformaban en un melancólico y lánguido redoble que hasta los confines del pueblo su noticia triste hacía llegar, el alma entera estremecía de dolor y el llanto no se hacía esperar… pero detrás de estos acordes solo un personaje sigiloso, humilde y bonachón… TIO MON, don Salomón Triana el hijo de doña Chinca, el Sacristán del pueblo, aquel que pasaba desapercibido para muchos pero indispensable para todos. Los ornamentos clericales siempre impecablemente listos para cualquier celebración, la casulla morada, roja, verde… y sobre ella el alba, coronado con la estola y sobre estos el cíngulo organizados exactamente en el orden inverso de colocación. los libros litúrgicos perfectamente marcados con las lecturas del día sobre el ambón y las velas perfectamente encendidas en el altar junto a estas cáliz y hostias preparados para el ritual… estas tareas cotidianas y otras menos ceremoniales pero igual de importantes las cumplía don Salomón a cabalidad con el silencio que siempre lo caracterizo, a tal punto que una vez retirado de sus labores ya nunca mas las campanas volvieron a sonar como aquellos días y a los muertos no se les llora como antes y solo un vago recuerdo nos queda en la memoria.
Como todo parroquiano Tío MON cumplía sus obligaciones de proveer sustento a su familia dedicándose desde muy temprano a labrar la tierra, maíz y millo su cultivos
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