Cuenta la leyenda … que entre sus Recuerdos estan aquellos que fueron y no son y que se deben Rescatar.
Llegada de las estranjas una mujer particular, con habito y velo el cariño del pueblo se supo ganar, un acento particular,muchas anécdotas por contar, “la vida o la plata? la vida porque la plata la necesito” un chiste que solo a ella hacia reír. A dirigir una casa de monjas en el pueblo su huella dejo y hasta su familia de lejos vino a trabajar, el nuevo ancianato a la hermana Roswita Mair por siempre debemos agradecer .

“En realmente” don Lorenzo de bigote y sombrero en los estrados del concejo municipal al pueblo sirvió. su gran frustración ser el alcalde municipal, sentimiento que muchos en tomatas y reuniones habituaban animar y a la hora de la verdad solo lo habian de dejar .
Su camioneta azul
la comadre Sara Beltran, fue para mi mama, la vecina, la confidente y la amiga en sus años de retiro. Una mujer trabajadora incansable, el trabajo del fique desde escarmenarlo hasta obtener los sacos paperos que cada domingo debían llevar al mercado. esta labor la hacia junto a sus 12 hijos, cada uno tenia su propio oficio,hasta Graciela la menor que ayudaba a desenredar las chuyas. era muy entusiasta y de buena conversa, aveces se le iba la lengua de mas con una que otra mentira por eso en el pueblo la reconoceremos como “mentirafresca“. Poco a poco la vimos decaer y tras una penosa enfermedad se fue dejando un vació en su hogar y en los vecinos que gozabamos con sus apuntes y ocurrencias.
Elvira Serrano, compartió con los Pinchotanos años de penuria y resignación al lado de su hijo Alfredo, quien desde muy joven una enfermedad degenerativa lo llevo a la postración, el estoicismo con el que sobrellevo su cruz, bien le valdría un homenaje a la madre excelente.
Rosita Vargas, de contextura delgada su silueta y voz trémula están gravados en el colectivo pinchotano, interminables diálogos entre ella y el padre Luis Enrique Gómez Rueda (LUGOR EL RIVEREÑO) parecían sacados de los textos de la mil y una noches… recordamos como por sus cuidados cual ama de llaves prácticamente le prohibía al presbítero desde comer un dulce hasta hacer una caminata pasando por manejar el Jeep de la parroquia, “padreeee usted no puede…”. Como fiel escudera lo acompaño hasta sus últimos días de demencia senil, tratando de ocultar sus inoportunos comentarios.