Mes: junio 2018

CUENTA LA LEYENDA… EL CHICOTE Y LA LLANERA

Teófilo Ruiz Torres

Teófilo Ruiz Torres

Y ahora cuenta la leyenda… que entre sus recuerdos muy frescos esta un hombre cuya silueta fácil de distinguir de gran estatura, contextura firme, piel quemada por el inclemente sol, prominente nariz aguileña, patillas definidas, chicote y con una sonrisa dibujada en su rostro un poco burlesca o franca tal vez, una indumentaria particular camisa a medio abotonar, pantalón, cotizas, sombrero y carriel terciado. A estas tierras un día desde Galán llego y muchas funciones en la administración a cabalidad desarrollo, desde cuidador hasta alcalde fue, pasando hasta por personero municipal. En otras épocas el parque rodeado de jardineras triangulares de ladrillo cocido, unas bonitas otras en total abandono, pero sobresalía una, aquella llena de rosas, el pegachento “tu y yo”  y cayenos rojos, cuando en la noche san Pedro no cumplía su función de regarlos, con gran dedicación y muy temprano en la mañana, regadera de latón en la mano, un hombre se encargaba de suplir la tarea y sagradamente cada cuarto menguante las labores de poda con su gran pasión por este arte  una nueva vida las plantas se lo agradecían, y sus flores el parque engalanaban.

En el pueblo con las tradiciones heredadas del conquistador español las fiestas religiosas todas con gran fastuosidad se acostumbraban celebrar, una de las principales “el jueves de corpus” majestuosos altares en las esquinas delicadamente diseñados para adorar a Jesús sacramentado, los campesinos sus mejores cosechas en arcos de agradecimiento a su señor y el grandioso bazar famoso en toda la comarca engalanaba la plaza principal con juegos, meriendas y múltiples festines. El más insigne personaje en estas fechas solía destacar por su preparación y sazón don Teófilo su llanera fama le valió en toda la región, el secreto nadie lo pudo conocer el tiempo de cocción, los aderezos o la pasión. Acompañado de yuca y ají imposible un piquete no degustar  y hoy recordar al hombre que completamente acalorado al rojo vivo una gran presa en el fogón coloco y hasta nuestros días su aroma llego.

El fin de año, tiempo de alegría y jolgorio, Pinchote y su tradición la novena, cena navideña y año viejo con gran derroche celebraba, las gentes en sus casas los estrenos, viandas y agüeros preparaba en las calles un silencio reinaba  hasta la hora nona cuando un estruendo ensordecedor  a todos anunciaba que el año ya casi terminaba, un desfile engalanaba y las calles recorría, era don Teófilo que de las perchas de su mujer y su hija atuendos y accesorios les sacaba, pelucas, labiales y zapatillas su cuerpo torneaba, disfrazado de mujer, como loro caminando en pedestal dificil el andar, unos tarros arrastrando el año viejo así despedía y entre risas, letanías de su propia inspiración desde el cura hasta el alcalde no quedaba títere con cabeza, a todos una le inventaba y con la frase “líbranos señor” el pueblo le respondía y así desde el más chico hasta el viejo por el pueblo burlándose va, en la calle principal su caravana  remataba y el toro de candela con estructura de madera y cachos malolientes por esta calle la plaza cruzaba , los más valientes así quieren una estocada dar   y terminan con las mechas chamuscadas con aquellos cuernos infernal los estrenos quemados buen fin tenían y una que otra caída el raspón dejaba y a su paso carreras, gritos  y risas la batalla terminaba en la iglesia la misa de gallo con pólvora al gran creador las gracias daban y así Pinchotanos y visitantes en un inmenso abrazo parabienes y bendiciones entre vecinos en el atrio para el nuevo año se deseaban, hoy solo queda en el ambiente el recuerdo de aquellas épocas donde una lata atada a la cintura y mil ocurrencias y locuras de un hombre sencillo a la felicidad nos hacia llegar.

CUENTA LA LEYENDA… EL MILLO

Y así cuenta la leyenda… que algún día incierto de verano la historia iba a comenzar, el pueblo ya harto de miseria al patrón un milagro le pidió; y este en respuesta a su suplica un tesoro le envió, y así por estas tierras el grano redondo y diminuto desde entonces sembró, pájaros de migración los cielos surcaron y de pronto un hombre apareció pequeño de estatura, tez morena, andar lento, casi con nadie palabras intercambio y en el campo dedicado a su labor dicen que los años así su vida paso, en la siembra y la cosecha las maletas de millo en las espaldas en la troja acumulo, ya con el alba todos los días macetas de millo piló, arepas, chicha y bollos a todos degustó por esto la sarna, el gorgojo y la polilla para siempre su rostro desfiguró; cejas y pestañas pronto desapareció y la gente miedo le demostró. Gorgonillo un remoquete que en Pinchote se conoció alpargatas, pantalón y camisa arremangada las calles surco con machete de cacha ancha una cabuya a la pretina el rostro de frente al sol sus ojos cerrados, gestos y facciones muy jocosas así lo veían caminar con miedo y desparpajo los niños que se portaban mal gorgonillo en su costal al rastrojo se los puede llevar. Las nuevas costumbres al pueblo transformo, el hombre quien nadie supo cómo se llamó un día murió, en cajón de cuatro tablas en fosa común en el cementero terminó, y aquí millo en el paisaje y en la mesa ya jamás apareció, los pájaros milleros en su estampida también migro y con ello en el recuerdo un tesoro se perdió, cuentan que en las noches de luna llena por las calles una sombra deambulaba pidiendo compasión.

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